miércoles, 26 de diciembre de 2007

La primera navidad de Daniel

Creo que la más entusiasmada era yo, obvio si Daniel aún no entiende lo que es la navidad ni porque le dábamos regalos, ni mucho sabe quien ese el viejo de rojo que aparece en los papeles de regalo o que decoran el árbol de pascua.

Lo cierto es que la navidad es una fecha para compartir con la familia, más allá del sentido espiritual que le pueden dar las personas que creen, es un día en que la casa esta más bonita, y la cena se prepara con especial entusiasmo, y hasta más ganas de reír parecen tener todos, a pesar de estrés del que el consumismo nos hace víctimas. En mi casa la navidad es todo un rito, sobre todo este año, en que Daniel estaba por primera vez compartiendo con nosotros.


Y llegó el día. Me toco trabajar hasta las 2 de la tarde, primera navidad que trabajo. Luego fui a comprar un regalo que me faltaba al centro, cosa que trataré de no volver a hacer, ya que sin lugar a dudas, el 24 de diciembre el centro es un mar de gente estresada y apurada, comprando como buen chileno a ultima hora.

Bueno después de comprar el regalo, me fui a la casa de Piera, a dejarle su regalo y el de Felipe, y a buscar el mío y el de Danielito. Ahí me quede un rato conversando de nuestras vivencias de las ultimas semanas en las que no nos habíamos visto.

Como a las 19:00 hrs. llegué a mi casa, faltaba envolver un montón de regalos, así que me puse manos a la obra. Mientras tanto, empezaba a salir el olor a pavo del horno, el que mi abuela estaba cocinando hace ya bastante rato. Durante todo el día, mi abuela estuvo en la cocina, entre el cola de mono, que le queda muy rico, y la cena, estuvo esmerada preparando todo, como cada año, y es que en mi casa sin un enorme y dorado pavo no hay navidad.

A las 21:00 hrs. Me contacte con mi tío que vive en Suecia, así que estuvimos saludándolo, y viéndolo a él y a uno de mis primos que se puso a la cámara para que lo viéramos. Hasta Daniel hablo con ellos, y mi mamá le mostró el pavo que llevaba para la mesa.

Todavía nadie se bañaba en mi casa y ya eran casi las 10, así que nos comenzamos a apurar. Luego cenamos, cm las 22:30, y pasadas las 23 horas, a Daniel le empezó a dar mucho sueño, así es que decidimos adelantarle la Navidad, a las 23:30 comenzaron a aparecer los regalos de Danielito, el Triciclo que le trajo el viejo pascuero, los juegos didáctico que le regalé yo, el pijama, los calcetines, los peluches, el auto, el autotuga, etc, y el abría sus regalos, rompiendo los papeles, como si fuera un niño grande que sabe lo que es un regalo, que debe abrirse y después verlo para empezar a jugar.

5 minutos para las 12, Danielito ya había abierto sus regalos, y se fue a acostar. Mi mamá nos dijo que la esperáramos para entregarnos nuestros regalos, estábamos esperándola, cuando aparece con Danielito, no podía dormir, y quería estar con nosotros jaja, así que él también entrego regalos a todos.

Al final, hasta la 1 de la mañana estuvimos con Daniel, el que jugó y se rió con todos. Yo, sentada en el suelo con el jugando con él, y sacándole muchas fotos.

Estuvo muy entretenido, yo pensé que Daniel se dormiría antes, pero aguanto hasta tarde jugando, y el 25, durante todo le día estuvo muy risueño, y nos tenía a todos alegres, y es que Daniel hace eso, alegrar la vida de todos.

Y así fue su primera navidad, entre muchos regalos, colores, risas y sobre todo, mucho amor.


Feliz Navidad

viernes, 17 de agosto de 2007

El golpe bajo llave

Entrevistar a alguien nunca es fácil. Más aún sobre un tema tan delicado, como lo es, la vivencia del 11 de septiembre de 1973. Pero entrevistar a un familiar, un ser tan cercano y querido, es más difícil aún.
Al conocer de qué se trataba este trabajo, supe que mis padres quedaban descartados, por que no superaban los 9 años de edad ese día. Por esto, pensé en algún familiar con el que tuviera la confianza suficiente, como para preguntar sobre cómo vivió ese trágico día. Por fortuna, Olivia Susana Aguilera Celis, accedió a contarme cómo vivió aquel día.
Comenzar el relato no fue fácil, y sé que para Olivia tampoco lo fue ahondar en esos dolorosos recuerdos. Noté cierto nerviosismo mientras comenzaban a salir las palabras, más que de su boca, de su corazón, lleno de recuerdos que esa tarde, estuvo dispuesta a compartir conmigo.
Me dijo que en ese entonces trabajaba en el Hospital Psiquiátrico de Santiago y que entraba a las 8 de la mañana. Alrededor de las 7 horas, miraba la ciudad por la ventana del micro. El panorama no era alentador, se olía algo extraño. Se escuchaba el ruido de tanques desplazándose por los alrededores de la Alameda, de bocinazos y helicópteros.
Los rumores de un eventual Golpe de Estado, acrecentados con lo ocurrido en junio de ese mismo año en el llamado tanquezazo, hacían presagiar que nada bueno sucedería. “Me dieron ganas de devolverme… pero no me devolví….” me dijo.
Siguiendo con los recuerdos, Olivia me cuenta que al llegar al hospital les entregaron los turnos, todo muy “normal” hasta más o menos las 10 de la mañana, hora en la que por la radio, comenzaron a escuchar la información del avance de las Fuerzas Armadas, para tomarse por la fuerza el poder del país. Sin embargo, junto con algunas compañeras pensaron – y tenían la esperanza- que fuera un nuevo intento fallido como el tanquetazo del 29 de junio. Pero no fue así…
“Nadie puede salir ni entrar del Hospital” Esa fue la orden que les dieron. La desesperación de querer salir aumentaba con la prohibición de hacerlo. La incertidumbre de qué pasaría con cada una de las personas que se encontraban al interior del recinto hospitalario, se volvía insoportable mientras avanzaban los minutos. La explicación para no poder salir del hospital, era que se había decretado toque de queda, “si salen, les disparan, están matando gente en Mapocho”.
Le pregunte a Olivia que sintió y pensó en ese minuto, me dijo que “…la angustia que sentí era muy fuerte, lo primero que pensé en ese minuto fue en el Lucho (uno de sus hermanos), ¿donde estaría?, ¿como estaría?, ¿estaría vivo?, ¿y el resto de la familia?, la Jessica (su hija)…”
Esa noche no les permitieron salir del Hospital, tampoco la siguiente. En total, tres días encerrada en el hospital, sin saber nada de sus familiares y amigos, ni siquiera tenía un teléfono para comunicarse y decir que estaba viva.
El 11 de septiembre, es el día más doloroso de la historia reciente de nuestro país. También lo fue para Olivia y su familia, mi familia que evita hablar del tema, pero que mi tía, acepto hablar conmigo, contándome lo angustioso y dramático que significo para ella, escuchar por la radio, lo que sucedía, aumentado por el encierro del que era víctima.
Las primeras horas hubo cortes de luz. Olivia describe la situación como caótica y traumática. Los enfermos mentales crónicos, del sector donde ella trabajaba, no se daban cuenta de lo que ocurría, sin embargo, percibían que algo extraño sucedía.
La pregunta constante que rondaba la mente de las personas encerradas en el hospital, era ¿qué sería del país?, ¿qué sería de ellos, de su propia vida?, “¿Qué habrá pasado con el compañero Allende?”.
Y precisamente por Allende, es por quien continué preguntándole a Olivia. ¿Escucho ese día el discurso de despedida del presidente? “Sí, en la radio de una compañera, estábamos en una sala donde descansábamos. Nos estábamos tomando un café, cuando escuchamos sus palabras. Nos abrazamos, y lloramos por el…”.
El dolor y la angustia eran enormes, se repetían constantemente las preguntas sobre su futuro, la incertidumbre de no saber si saldrían vivas de ese hospital, si volverían a sus casas, si volverían a ver a su familia, si la familia estaba bien, si el país se recuperaría de un golpe tan grande, y la desesperación también aumentaba al igual que el llanto de pena, rabia e impotencia.
Durante el encierro, Olivia tuvo que compartir con personas que alababan el golpe militar, y que se sentían felices de que las Fuerzas Armadas se hubieran tomado el poder. “había un par de momias, que estaban contentas, mientras nosotras llorábamos”.
Luego del Golpe, el día 12 de septiembre, llegaron los militares a registrar el hospital. “Al otro día llegaron los milicos, y tuvimos que salir todos al patio, rapidito, al suelo boca abajo. Algunos compañeros, pudieron arrancar el mismo día once, a otros los hicimos pasar por pacientes psiquiátricos. Los milicos preguntaban por armas y algunos compañeros. Nos dio mucho miedo y angustia. Por suerte no se llevaron a nadie ese día”
Estar encerrado tres días con pacientes psiquiátricos, más la angustia por la situación, fue agotador para Olivia y las demás personas que se encontraban en el Hospital. Sin embargo, Olivia hace la salvedad que si le hubiera tocado estar con los enfermos psiquiátricos no crónicos, como los depresivos, hubiera sido mucho peor, ya que ellos sí captaban todo lo que pasaba, a diferencia de los otros pacientes, que si bien intuían algo por el ambiente tenso no sabían de qué se trataba.
El 14 de septiembre, pudieron salir del hospital. Olivia quiso corroborar con sus propios ojos lo que había ocurrido. Caminó por calle Olivos hasta Av. La paz, luego llego hasta la estación Mapocho, el rostro de Olivia denota mucha angustia y dolor cuando me dice lo que ahí vio. “Pasé por el río Mapocho, y se venían los cuerpos flotando en el agua”.
Siguió caminando hasta llegar a La Moneda. Dice que se le doblaron las piernas cuando la vio, sitió que se caía y miraba sin poder asimilar lo que pasaba. “cuando llegue a La Moneda, era impresionante lo que se veía. Se olían aún el fuego y la pólvora. Se veían manchas de sangre por las calles a pesar de la limpieza que habían tratado de hacer. La Moneda estaba custodiada por milicos, en realidad había más milicos que pacos. No había gente en las calles, y de pronto un milico se acerco hacia donde yo estaba parada mirando lo horrible del panorama. Sentí que me desmayaba, era como si me hubieran sacado algo. No se donde saque fuerzas, me di media vuelta, escupí y camine para salir de ahí.”
La ciudad estaba gris y oscura, había perdido la vida, y muchos conocidos también. Las cosas, frente a ese panorama van perdiendo el sentido. Olivia rezó mucho ese día y los que vinieron. Por mi tío, por sus otros hermanos detenidos, por su hija, sus sobrinos y toda la familia, por Allende y la gente del gobierno, y por tantos otros de los que nunca más supo. Afortunadamente – gracias a Dios como ella dice- en mi familia no lamentamos muertes.
Al ir terminando su relato, Olivia me dice que cuando murió “Perrochet”, sintió rabia, impotencia, angustia. “No era posible que él tuviera una muerte tan dulce, un hombre que hizo tanto daño y a tanta gente, no puede ser. Yo digo que si no pagó acá su castigo es que no descanse nunca, al menos hasta que se encuentre al último detenido desaparecido. Si los tiraron al mar, que por lo menos digan donde, para saber, aunque sea en que playa ir a tirar una flor y decir, acá esta mi familiar o amigo”
Actualmente, Olivia tiene dos hijas, y 5 nietos. Trabaja en el Hospital San José, donde jubilará en los próximos meses. No acostumbra hablar de lo que vivió en la dictadura, aunque por su puesto, los recuerdos vienen a veces sin que los llame. Agradezco su tiempo, y el que haya escarbado en sus recuerdos para contarme lo que vivió, para poder plasmarlo, o al menos intentarlo, en este papel, juntando estas letras, que aunque tratan de expresar lo que sintió ella cuando pasó todo lo relatado, o lo que percibí mientras me hablaba, no lograrán decirlo todo.
Lo cierto es que el 11 de septiembre de 1973, es difícil de olvidar por quienes lo vivieron. Olivia se pone nerviosa y se ve el dolor en su rostro al hablar del tema. Sin embargo, el olvido sería un triunfo para quienes realizaron toda clase de crímenes y abusos en esa época.

domingo, 29 de julio de 2007

...Vos Sabés...

Mi primer día de clases de este año fue un 12 de marzo, el día más feliz que he vivido en mucho tiempo. Y no es que quisiera entrar a clases ajja, es que ese día nació Danielito. Sí, esa cosa pequeña que tanto espere, y que vi como crecía en la panza de mi mamá, al fin llegaba a este mundo y yo era la encargada de recibirlo en la sala de parto.

Esa cosa chica es lo más grande que tengo. Aunque no es mi hijo, siento que me une a él algo demasiado grande. Él me da fuerzas, me acompaña y me demuestra lo bella y perfecta que puede llegar a ser la vida, si le damos importancia a las cosas que realmente valen la pena.
Cuando lo miro mientras duermo, se me hace imposible no reafirmar mis ideales, y tratar de cambiar este mundo para él. Es increíble lo que algo tan pequeño te puede llegar a trasmitir.
Cada día que pasa, cada gramo que engorda, cada milímetro que crece, cada risa que n os regala, cada agu que sale de su boca, cada vez que me busca cuando siente mi voz, cada mirada, cada mano que toma, en fin, cada cosa que él hace me hace sentir feliz, acompañada, me da alegrías y me da la fuerza necesaria para levantarme cada día y seguir adelante.

Ese pirgüín tan bello llego de manera inesperada, aunque siempre quise que llegara. Recuerdo como si fuera ayer cuando le dije a la Piera que sospechaba que mi mamá estaba embarazada. Fue un día jueves. El sábado de la misma semana, cerca de la 1 de la madrugada (en realidad ya día domingo) mis padres parecían un par de adolescentes contándoles a sus papas (que en este caso éramos yo y mi hermano Carlos) que se habían mandado un condoro y ya no seríamos 4 sino que 5.
La emoción fue gigante, con lágrimas en mis ojos nos abrazamos los 4 fuertemente y desde ese minuto nada volvió a ser como antes.
Desde esa noche, no he dejado de hablarle y repetirle lo mucho que lo amo.
Yo siempre desee tener otro hermano, pero las circunstancias no lo habían traído. De pronto un error de cálculo permitió que mi sueño se hiciera realidad. Siempre quise que Daniel llegara y aunque nunca había pensado su nombre ni nada, lo esperaba cada día y creo que llego en el momento preciso.

Haber recibido a Daniel en la sala de partos, y haber estado junto a él su primera hora de vida mientras lo pesaban, median, etc., cantándole la canción “en días de verano” de Pancho Villa, que le dedique desde que supe que llegaría, fue una experiencia que no se puede describir con palabras.
Mi mamá me dice cuando tenga hijos, superaré la belleza de ese momento. Supongo que tiene razón, supongo que recibir a mis propios hijos (si llegan algún día), será una experiencia maravillosa, pero creo que no podré compararla con haber recibido a Daniel, ya que son experiencias diferentes e iguales de bellas.

Por ahora, ese pequeño llamado Daniel me ayuda a enfrentar la vida. Soy feliz sabiendo que esta a mi lado, soy feliz gastando lo poco que tengo en cosas para él, y aunque hay días que no lo alcanzo a ver, me las ingenio para que no pase un día sin oír mi voz, que no se si le gusta pero al menos reconoce siempre jaa. Y como no, si no he parado de hablarle y cantarle un solo día desde que estaba en la guata de mi mamá y de eso ya va casi un año.

Es extraño no haber podido escribir antes de él, con lo feliz que me hizo su llegada, pero es que quizás no sabía como hacerlo. De hecho ahora no estoy convencida si logro expresar el inmenso amor que le siento, y que espero él sienta cada día cuando lo abrazo, le doy besos, juego con él, le canto, lo hago dormir o simplemente lo contemplo.
Espero que algún día lea esto y sepa que su hermana loca, esa que se pinta las uñas rojas y que a él tanto le llaman la atención, esa que le canta canciones de marchas y que lo hace escuchar a Sabina y a Inti illimani, esa que hizo que su primera ropa en este mundo fuera un traje rojo, esa que tanto lo esperó, lo ama con todo su ser.


Te amo Daniel

martes, 24 de julio de 2007

Mi problema

No soy muy buena para escribir, aunque me gusta bastante. Creo que mis textos nos no muy buenos, pero trato de hacerlos fáciles de leer.
Podría enumerar un sin fin de dificultades que me ocurren cuando me encuentro frente a un papel en blanco esperando por mis letras, sin embargo, mi problema es otro.

El título. Nunca se me ocurren. Puedo acertar con un texto pero no logro encontrar el título que ponga la “guinda de la torta” jaja.
Desde el colegio siempre he tenido ese problemita, mi salvación siempre han sido mis amigos y amigas, que siempre terminan inventándome los títulos.
Y así, tengo varios textos deambulando entre mis archivos del computador y mis cajones y cajas llenos de papeles, y claro, todos sin títulos.
Dicen que poner el título es muy fácil, pero a mi no se me ocurre, creo que es toda una aventura.
Es como elegir el nombre de una persona. A mi hermano no hubiese permitido que le pusieran Florencio, Carmelo, Pancracio, etc, jaja, a mis textos no puedo ponerles cualquier cosa.
Al final, si no tengo a la Piera cerca (que me inventa los títulos en la U) o si no esta conectado en msn el Esteban (otro amigo que me inventa títulos), opto por lo más obvio, y termino con textos y trabajos con títulos simples y feos.

Bueno acabo de confesar mi problema y como podrán leer, el título de este nuevo blog lo adelanta, no esperen mucho de mis títulos.